domingo, 5 de mayo de 2013

LA MUJER DEL CESAR, LA DE URDANGARIN...


Si algo queda en tela de juicio, en entredicho cada vez más y de manera reiterada, es sin duda el papel de la monarquía en Idilicolandia.
Ya dijo Plutarco en los primeros años de nuestra era que mujer del César no solamente debía parecer honesta sino serlo realmente. Si esta idea se sigue recordando más de veinte siglos después, es evidente que no se ha obviado a lo largo de los tiempos y no vamos a hacerlo ahora.
Ahí pues, Césares y Césaras reinantes, todos gente de cultura y modales exquisitos ¿Dónde habéis dejado vuestras enseñanzas de filosofía? ¿Dónde aplicáis todo aquello que un día os pareció interesante y de provecho? ¿Dónde habéis dejado todo aquel progresismo en el que crecisteis creyendo que os haría más perfectos?
Pareciera que todos hubieran aprendido las lecciones en las peores calles, con los peores maestros, con los mejores delincuentes...
Tenemos un planté de representantes de las leyes que no se molesta en cumplirlas que no tiene desperdicio. Y no solamente las leyes, sino también las normas éticas básicas.
Irrespetan de todas todas al pueblo que los soporta y mantiene mientras ellos menosprecian y no solo infravaloran a esa sociedad que les da apoyo.
¿Cómo puede mantenerse como ejemplo e insignia de una nación a una gente que en nuestras familias nos daría vergüenza tener? ¿Cómo consentimos que la justicia los exima de sus deberes?
¿Es lícito ser ilegal cuando se está formando parte de la muestra de una nación? ¿Puede ser ésta consentidora de tal situación? ¿Es eso justo? ¿Debemos de considerar justo lo ilícito? ¿Debemos dejarnos morir de hambre mientras vemos como nos roban y la justicia mira para otro lado? ¿Debemos también poner en entredicho la labor del poder judicial?
¿Queda algún organismo merecedor de credibilidad?
¿Vamos a romper ya este sistema de mentira que nos vendieron como bueno?¿Vamos a dejar de consentir de una puta vez?

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