domingo, 26 de mayo de 2013

DESAYUNO CON DIAMANTES


Ha bastado una noticia al azar durante mi placentero brunch dominical, para que ese fluido de coloración espesa y sabor ligeramente férrico, empiece a burbujear salvajemente dentro de sus vasos, a modo de bomba efervescente, produciendo un desalojo inminente de la mesa por parte de mi humilde persona.
El texto versaba sobre los derechos de las personas dependiendo del substrato social al que pertenecen. Choca, cuesta de entender la frialdad con la que se habla del tema como si no fuesen personas el objeto de tal manifestación.
Primero de todo he de decir que no ha sido esa supuesta frialdad -matiz que por supuesto es totalmente subjetivo- lo que me ha llamado la atención, sino el hecho de que alguien dentro del panorama político empiece a dejar los eufemismos de lado y empiece, aunque de manera tímida, a llamar a las cosas por su nombre, independientemente de que uno se encuentre identificado o no con la opinión expresada.
Dicho esto, entiendo que muy apurados se tienen que ver estos que mandan cuando ya ni tan siquiera se preocupan en detallitos tan importantes para ellos como utilizar un vocabulario impoluto políticamente. Y es que no estoy en ningún momento haciendo alusión a esos comentarios más que subidos de tono que alguna vez, a causa de un supuesto micrófono mal cerrado, hemos conocido.
Pongámonos en situación: Sala de prensa, político de turno en el estrado, pleno al quince en asistentes de diferentes ocupaciones, todo ello rodeado de cámaras, grabadoras y, personal de los medios de comunicación.
El político de turno explica su nuevo recorte autorizado, basado éste en el tiempo de estancia en el país, como si la nación fuese un hotel y se le aplicara el desayuno gratis a todos aquellos huéspedes que tengan una estancia superior a una semana, por ejemplo...
Y todo ello, con lo feo que suena sabiendo o sin saber, por no tener la valentía de reconocer que desde un principio -desde siempre- no se han establecido las políticas adecuadas en la materia (no aludo a ninguna porque realmente, se han hecho tantas cosas mal...)
Uno de los factores que han influido en ya catástrofe que nos invade, es sin duda, la aplicación de políticas desacertadas – por no decir descabelladas- por parte de las clases dirigentes. Políticas que han sido sufragadas por el estado, o sea, por el contribuyente, o sea, por todo aquel ciudadano que vive, trabaja y tributa, en este país.
Sin necesidad de ser un iluminado entendemos que una nación, por rica que sea, por mucho que produzca -ninguno de ellos es nuestro caso- está en posibilidad de costear subsidios dados a diestro y siniestro, sin, en muchas ocasiones ni tan siquiera comprobar el destino o procedencia del... digamos... envío.
¿Qué porque?
En primer lugar porque resulta muy fácil repartir un dinero que no te pertenece. Los políticos y en su nombre las administraciones gestionadas por ellos, se han encargado de repartir el dinero recaudado de manera arbitraria, y eso, en en mejor de los casos.
Llevando como estandarte político eslóganes alusivos a la prosperidad o a la transigencia de la sociedad, no han hecho más que hacer un llamado masivo tanto a aquellos pertenecientes a los estratos más necesitados como a los que son duchos en vivir a costillas de éstos.
Una vez transcurrido el libre periodo de llegadas descontroladas, y también el de supuestas vacas gordas -que en realidad, nunca existieron- todos sobramos.
A unos quieren mandarlos a origen y a otros a Troikolandia, ya sea sustituyendo las inversiones en el territorio por otras en otras tierras, unas que mientan “paraísos” , dejándolos sin posibilidad de sustentarse y tirar p'alante o bien, negando los subsidios que a modo de regalía abonaban la esperanza de otros muchos en peor situación.
Nuevamente queda pues, ese modus operandi, esa mala praxis operativa que a lo mejor, esta vez por fin, acaba estallándoles en sus caras diamantescas -por aquello de que el diamante es la piedra más dura- y... echando, echando, se quedan si peones que los mantengan.

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