Quien
podría decirles que mientras veían aquella película no estaban
memorando un pasado reciente sino también un futuro próximo. Fue
los que tras escuchar a Évole se me ocurrió al instante. Al oír
las palabras del alma de dictador del programa expresándose con
satisfacción y convencimiento me dí cuenta algo más que
apesadumbrado, de que tras una sigilosa maniobra que urdían hacía
ya treinta años, habían vuelto a tomar el control de la situación,
ese que les da poder de maniobra absoluto, ese mismo que hace
retroceder los logros sociales alcanzados, no treinta años atrás
-¡ojalá fuera solo eso!- hablo de un retroceso histórico de más
de trescientos años, y me atrevería a afinar que podría ser
comparado con la época en que la dinastía reinante, a punto de
extinguirse víctima de sus propios desmanes, daban los últimos
golpes de efecto en su peculiar forma de tratar al pueblo, que con su
trabajo de sol a sol y con poco más que un mendrugo de pan que
llevarse a la boca -si la cosa iba bien-, mantenía su existencia
cargada de excesos y excentricidades abaladas por los bancos divinos.
Todo
podría repetirse cual calco del momento, con la única excepción de
que en estos pocos años de intrusismo -según ellos- de la plebe en
su terreno- muchos han aprovechado en cultura y conocimiento, y por
mucho que se quiera, la sumisión resignada no podrá consagrarse en
pleno. No pienso en solo aquellos que se han nutrido de lo bueno,
ya que todavía ellos, llegado el momento, pueden doblar la
posibilidad: luchar dentro o marcharse fuera; me refiero también a
todos aquellos que manteniendo la ignorancia de antaño, viéronse
con cuatro cuartos en el bolsillo y creyeron que el mundo por fin
estaba cambiando, eso junto – en muchas ocasiones- con una buena
ración de desarraigo, esa que justo los aísla de una sociedad a la
que pertenecen y de la cual un día se sintieron parte y que acabado
el periodo, no es más que objeto de odio, de venganza y de
resentimiento, de un sentirse objeto utilizado y que ante el peligro
de llegar a su desguace, lucharan encarnizadamente, sin importarles
nada, pues nada más que su vida, les queda por perder.
TERCERA REPUBLICA |
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