Por
mucho que vaya y venga la historia, Idilocalandia no deja de ser una
tierra de labriegos que sueñan con ser otra cosa y que eso si, en su
cabezonería por querer cambiar su sino, apuestan una y otra vez de
manera por la materialización de esos sueños, y que en alguna
ocasión, llegan a cobrar unas características casi reales, tanto,
que pueden ser tocadas por sus manos.
Pero
no hay que dejarse engañar. Aquí somos diferentes. Aquí
acostumbramos a ir contracorriente del resto. Aquí, tenemos siempre
la razón, hasta cuando más equivocados estamos.
Hoy
es difícil para mí la coherencia. Mi recorrido por la prensa
dominical ha puesto mi mal humor en cotas desaconsejadas por la OMS.
Y
es este momento creo que nuestro tradicional derecho al pataleo ha
quedado totalmente caduco, tanto que, si realmente deseamos salir de
la situación en la que nuestros dirigentes nos han abocado de manera
sutil durante décadas, debemos dejar de lado delicadezas, prudencias
y miedos al uso, que hasta ahora no nos sirven poco más que para dar
una imagen de sociedad pasiva, de gente haragana , sin alternativas,
caldo de cultivo perfecto para la manipulación y malversación de
manera pacífica de la realidad y de nuestro futuro.
Están
históricamente probados todos los desatinos de este país, pero es
justamente ahora, y no antes ni después cuando por causas de
diferente índole, todos tenemos acceso a información suficiente
como para, en condiciones “normales”, dejar de consentir esta
cadena de atropellos de la que somos objetos. Continuamos
financiando una clase política que no cumple sus funciones, que
atenta contra nuestra soberanía, obstaculiza nuestro desarrollo, y
delinque impunemente ante la mirada asombrada de todos nosotros. Y es
que no damos para más. En alguna ocasión, en un punto determinado,
se consigue dejar de lado con éxito este destino adquirido, pero
nuestra historia no deja ser más que un cúmulo de vaivenes que no
nos permiten avanzar con acierto. En eso de las idas y venidas nadie
nos gana. Nadie nos pone el pie encima en errores de cálculo fruto
de nuestra ignominia de ida y vuelta, esa que acaba siempre
convirtiéndonos en objeto de burla por el norte, por el sur, por el
este y hasta por el oeste.
El
término de república bananera a estas alturas de la semana se nos
ha quedado muy pequeño, tanto, que en breve no nos quedará
desaparecer, quizás bajo los futuros movimientos de tierras en la
futura Eurovegas.
¿Quien dice que no somos trabajadores ni previsores? Pero como buenos labriegos, vamos a preparar incluso, nuestra propia fosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario