Algunos
dicen que yo me tomo licencias bíblicas, y no soy un siervo del
señor. Alguno de nuestros políticos, se toman licencias
folclóricas, ligando su mala suerte a ritmo de copla.
Mientras
algunos disfrutan de su momento de gloria puntual, otros procuran
pasar de largo discretamente, sin hacer ruido, utilizando el alboroto
para tejer complicidades y construir nuevos puentes.
Y
es que cuando algunos integrantes de la posible nueva era multicolor
cree todavía en la capacidad de determinados organismos de control,
como si de la Bíblia en los tiempos de la inquisición se tratase,
vaticino una oleada de nuevos Depardieu, aludiendo incluso a la
disidencia política, para no dar lugar a una posible duda sobre su
supuesta e incorrupta fe.
Me
gustaría creer que realmente estamos llegando al final de la cultura
de la transición donde no sé si el miedo o la ambición,
consintieron en consenso un silencio injusto, gratuito y falaz, ya
que cada día que pasa se demuestra que tras todo el teatro no había
más, como siempre digo, que el vil metal, que ese que cuanto más
brilla y alardea, más mierda crea; ese mismo que nos ha convertido
en una república bananera de tercera, donde los esclavos ilusos, se
creen libres.
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