domingo, 17 de febrero de 2013

BENEDICTO XVI, TOCATA Y FUGA


En estos últimos días toda la convulsa situación que padece nuestra sociedad, ha mostrado nuevas muestras de ello. Uno de los acontecimientos que han marcado un antes y un después, un… por si existía alguna duda en la magnitud de la gravedad de la situación, ha sido la dimisión del Papa de la Iglesia Católica.
Nadie, creyente o no, pude obviar la realidad, esa que hace referencia a la existencia de dos iglesias dentro de un mismo seno: Una, la oficial, papal, la rica, para entendernos, esa que no tiene precisamente en su rutina de comportamiento todo aquello que predica. La otra, la de base, la de calle, la pragmática, la que está a lado de aquellos que lo necesitan.
En los medios de comunicación se acumulan cábalas sobre las causas reales de la dimisión del Sumo Pontífice.
Desde Roma, son prestos a la hora de hacer aclaraciones, actitud que a muchos de nosotros nos hace pensar todavía más allá. Son muchas las personas que la renuncia del Papa les supone un hecho sin importancia, entre otras porque no son católicos, practicantes o no. No se puede ignorar a la iglesia, y aunque no se crea en ella, no se le puede restar importancia a una institución que lleva más de dos mil años en el candelero y que pese a los ataques, escisiones, reformas, denuncias y otros temas, continua ahí, inamovible. Y si ha sobrevivido a todo eso es porque el Vaticano es como una caja de seguridad, completamente hermética.
Teniendo esto en cuenta resulta fácil entender el porqué mientras en estos momentos existe una emergencia religiosa considerable, la popularidad de la iglesia decae. Y eso se puede explicar: Las religiones nacieron con la necesidad humana de dar explicación a todo aquello que se escapa a la demostración, para llenar esa parte que nos diferencia del resto de seres vivos, ahora estamos viviendo una época convulsa y ante la ausencia de respuestas a todo lo que ocurre, las personas necesitan una opción fuera de ese materialismo que se les está derrumbando, algo que les evada o entretenga, para sobrellevar sutilmente la bárbara situación que nos envuelve.
La Iglesia sin embargo, decae de manera proporcional al descrédito que sufre el sistema social establecido, cosa que deja entrever que a pesar de su hermetismo forma parte activa de la sociedad.
Volviendo al principio, hay que remarcar que no podemos restar importancia a los hechos, podemos, eso sí, hacer todas las cábalas habidas y por haber, no podemos pasar de largo como si no fuese con nosotros. Tanto como afines, como críticos o como católicos progresistas, de los que dije anteriormente, de la iglesia católica de base, que son críticos ante las jerarquías mientras hacen una labor impecable, dando servicios sin apenas medios.
Mientras que unos aceptan que existen puntos de vista diferentes, hay muchos que no aceptan más que su realidad, esa que ellos mismos, a menudo transgreden.
Esperaremos sentados...
Alguno, no dando crédito comenta: “¿Cómo va ser que el Papa ha dimitido? Ni que fuese un político.”
Otro, le recuerda: “¡Pero si los políticos no dimiten!”
Mientras, yo me pregunto: ¿Quién marca los límites del derecho natural de las cosas?
La inquientante y devastadora renuncia del Ratzinger
Víctimas pendientes de justicia

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