En
estos últimos días toda la convulsa situación que padece nuestra
sociedad, ha mostrado nuevas muestras de ello. Uno de los
acontecimientos que han marcado un antes y un después, un… por si
existía alguna duda en la magnitud de la gravedad de la situación,
ha sido la dimisión del Papa de la Iglesia Católica.
Nadie,
creyente o no, pude obviar la realidad, esa que hace referencia a la
existencia de dos iglesias dentro de un mismo seno: Una, la oficial,
papal, la rica, para entendernos, esa que no tiene precisamente en su
rutina de comportamiento todo aquello que predica. La otra, la de
base, la de calle, la pragmática, la que está a lado de aquellos
que lo necesitan.
En
los medios de comunicación se acumulan cábalas sobre las causas
reales de la dimisión del Sumo Pontífice.
Desde
Roma, son prestos a la hora de hacer aclaraciones, actitud que a
muchos de nosotros nos hace pensar todavía más allá. Son muchas
las personas que la renuncia del Papa les supone un hecho sin
importancia, entre otras porque no son católicos, practicantes o no.
No se puede ignorar a la iglesia, y aunque no se crea en ella, no se
le puede restar importancia a una institución que lleva más de dos
mil años en el candelero y que pese a los ataques, escisiones,
reformas, denuncias y otros temas, continua ahí, inamovible. Y si
ha sobrevivido a todo eso es porque el Vaticano es como una caja de
seguridad, completamente hermética.
Teniendo
esto en cuenta resulta fácil entender el porqué mientras en estos
momentos existe una emergencia religiosa considerable, la popularidad
de la iglesia decae. Y eso se puede explicar: Las religiones nacieron
con la necesidad humana de dar explicación a todo aquello que se
escapa a la demostración, para llenar esa parte que nos diferencia
del resto de seres vivos, ahora estamos viviendo una época convulsa
y ante la ausencia de respuestas a todo lo que ocurre, las personas
necesitan una opción fuera de ese materialismo que se les está
derrumbando, algo que les evada o entretenga, para sobrellevar
sutilmente la bárbara situación que nos envuelve.
La
Iglesia sin embargo, decae de manera proporcional al descrédito que
sufre el sistema social establecido, cosa que deja entrever que a
pesar de su hermetismo forma parte activa de la sociedad.
Volviendo
al principio, hay que remarcar que no podemos restar importancia a
los hechos, podemos, eso sí, hacer todas las cábalas habidas y por
haber, no podemos pasar de largo como si no fuese con nosotros.
Tanto como afines, como críticos o como católicos progresistas, de
los que dije anteriormente, de la iglesia católica de base, que son
críticos ante las jerarquías mientras hacen una labor impecable,
dando servicios sin apenas medios.
Mientras
que unos aceptan que existen puntos de vista diferentes, hay muchos
que no aceptan más que su realidad, esa que ellos mismos, a menudo
transgreden.
Esperaremos sentados... |
Alguno,
no dando crédito comenta: “¿Cómo va ser que el Papa ha dimitido?
Ni que fuese un político.”
Otro,
le recuerda: “¡Pero si los políticos no dimiten!”
Mientras,
yo me pregunto: ¿Quién marca los límites del derecho natural de
las cosas?
La inquientante y devastadora renuncia del Ratzinger
Víctimas pendientes de justicia
La inquientante y devastadora renuncia del Ratzinger
Víctimas pendientes de justicia
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